Todos somos pecadores

Todos somos pecadores. Esa es la más grande realidad jamás contada. Pero la misericordia de Dios es eterna, no hay otro adjetivo que pueda expresar el tamaño, la magnitud y el amor de la gracia que Dios tuvo para con nosotros al enviar a Jesucristo.

Débiles y pecadores son algunos aspectos que se encuentran en la personalidad de infinidad de sujetos citados en las Escrituras. ¿Qué podemos aprender de los personajes? Definitivamente humildad. Estar dispuesto, ser despreciado, estar en las buenas y en las malas entregado por fe, a Cristo, sin más remedio que confiar en Él.

Dios no busca súper héroes, el busca adoradores en espíritu y en verdad. Personas dispuestas a dar ese cambio radical en sus vidas. Arrepentimiento digno de una nueva criatura. Como cristianos, en imperdible identificarse con muchos de estos maravillosos tipos que cimentaron la fe. Pablo por ejemplo. cuantos de nosotros pasamos de perseguir a Cristo a seguirlo ciegamente. Afanados en correr fielmente la carrera vemos similitudes en sus dolor, persecución y alegría al llevar la palabra a los gentiles. Pero no todo es oro, también pienso y me siento como Tomás, quien tenía una fe tan pequeña, que en ocasiones necesitaba ver para creer, o Pedro, que era un cobarde y al final murió como un valiente. Cuantas veces hemos endurecido nuestro corazón como Jonás. O sentirnos tan inútiles y con nuestro esfuerzo perdido como los antiguos profetas que anunciaban verdades horribles y salían apedreados. Pero al final, Dios prevaleció y todos tuvieron su recompensa.

Pensemos en Jesús, que murió en la cruz para salvarnos del castigo eterno. Porque nuestros pecados son los clavos que hirieron sus manos y pies. ¡Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado!.